Con su nueva novela, "La fragilidad de
los cuerpos", el escritor Sergio Olguín da comienzo a una saga policial
que está protagonizada por una periodista, Verónica Rosenthal, en este caso a
cargo de la investigación del suicidio de un maquinista, agobiado por haber
atropellado a cuatro personas, entre ellas a un niño.
"Tenía una idea dando vueltas
relacionada con el mundo de los trenes, un informe que había visto por
televisión acerca de los maquinistas que no pueden evitar atropellar al que por
accidente o suicidio se encuentra arriba de las vías cuando el tren pasa",
dice el escritor en una entrevista con Télam.
"Pero además, aunque no puedo precisarlo,
tengo un recuerdo muy antiguo de la competencia de los chicos jugando en las
vías a ver quién aguanta más sin bajarse antes del paso del tren, una historia
que me quedó en la cabeza", dice Olguín a Télam y aclara que lo que se
mueve en la ficción "es todo inventado".
El autor de "Lanús", "El
equipo de los sueños", "Springfield" y "Oscura monótona
sangre" quiso componer un personaje que fuera un investigador, que no
estuviera vinculado -como el policial clásico- con la policía, con los
detectives privados. "Me parecía que lo más realista era incluir una
persona que trabajara con un alto sentido de la ética profesional",
describe.
Y añade: "Que lo moviera eso que mueve a
los estudiantes de periodismo cuando se ponen a estudiar; un cierto sentido de
justicia, de la verdad, una búsqueda que cuando uno trabaja se da cuenta de que
está lejana como le pasa a la editora de la novela".
"Ese lugar en que uno lucha por el bien
-subraya- y después se da cuenta de la importancia de tener un trabajo lo más
estable posible. En el caso de Verónica, el periodismo sirve para investigar,
descubrir gente que hace cosas malas y escribir un artículo sobre eso para que
luego actúe la justicia".
Para Olguín, "Verónica es una
transpolación absoluta del investigador clásico pero en versión femenina.
Quería que tuviera las mismas características que los varones: que se pudiera
emborrachar, acostarse con quien quisiera sin tener problemas morales y vivirlo
con total naturalidad. Que pudiera ser bastante masculina a pesar de ser muy
femenina".
"Era importante evitar el juicio moral
en su forma de entender la vida cotidiana. Ella maneja siempre las situaciones,
todo menos lo afectivo. Llega un momento donde lo afectivo la desborda",
analiza Olguín, jefe de redacción de la revista Lamujerdemivida y editor de
cultura de la revista El Guardián.
La periodista comienza a salir con un tipo
casado, en el transcurso de su investigación acerca del suicidio del
maquinista, y se sumerge en un juego sadomasoquista creciente.
"Quería que Verónica fuera una auténtica
protagonista. No una compañera del varón. Que llevara adelante las cosas por
voluntad propia, con ayuda de algunos hombres, pero la decisión final la tomará
ella, esa independencia era la que yo buscaba sino caíamos en el lugar común: `ella
está disponible para los deseos de él`".
"Verónica es el 50% de esa relación
llena de afecto, que se complica cuando uno de ellos no tiene la independencia
de decidir de estar con el otro. Ella tiene mucho poder, por su femineidad,
desde una potencia que sabe cómo utilizar", evalúa.
El gran hombre, para decirlo de alguna
manera, es el padre, afirma Olguín. "Un abogado poderoso que funciona como
el `súper poder` de ella. Cuando las papas queman la protege el estudio
jurídico del padre, no puede acudir a la policía ni a la empresa periodística,
y ella lo tiene claro al meterse con mafiosos muy pesados".
Uno de los puntos más interesantes de la
novela es dejar al descubierto el oficio de periodista. Cómo se articula una
investigación, cuáles son los pasos que se van dando. "Un compañero de la
revista me dijo: `Hoy tengo que dar clases de periodismo y voy a llevar el
comienzo de un capítulo de tu novela`", que habla del periodismo de
investigación.
"Me gustó hacerlo porque yo trabajo en
el periodismo desde 1984, tengo 28 años de oficio y esta es mi cuarta novela de
adultos. Y por primera vez pongo la cuestión del periodismo de fondo. Casi
autobiográfico", define.
"Inclusive cuando Verónica tiene que
escribir su artículo, pensarlo con la cabeza de un editor, 15.000 caracteres
nota central, 5.000 al recuadro. Cuando ya tenés una flor de investigación y
averiguaste lo más terrible del mundo, a último momento el editor te pide una
columna de opinión de un psicólogo, alguien que opine. Esas cosas graciosas del
periodismo", desliza.
Olguín habla de los chicos de su novela, el
Peque y Dientes: "No son tan marginales, van a la escuela, comen, tienen
un club donde participar, a pesar de que ahí hay una mafia. Hay chicos que
pueden estar mucho peor. En `Lanús` había chicos. Me divierte tratar de
entender la realidad desde los pibes preadolescentes, con una mirada muy
inocente pero también muy cruel".
En la ficción, esta presencia, señala el
escritor, "compensa un poco ese universo oscuro de Verónica y Lucio, la
sexualidad a partir de una violencia creciente, que en un momento no se sabe
dónde va a parar, una situación que escapa al control social".
"Me gusta tratar de conseguir que el
lector que empieza a leer no abandone la novela, que llegue tarde a su trabajo.
Estar ahí con una especie de látigo para mantenerlo despierto e interesado en
lo que va a pasar", remata.
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